Giuseppe Garibaldi es, sin duda, un personaje fundamental para entender la Unificación italiana. Pronunció varios discursos que vamos a analizar.
UNIFICACIÓN ITALIANA: Discursos de Garibaldi
Giuseppe Garibaldi «Discurso a mis Soldados»
Discurso de Garibaldi a sus soldados durante la 2ª Guerra de Independencia, 1860.
«A las armas, pues, todos ustedes!…todos ustedes!, que los opresores y los poderosos se desaparezcan como el polvo. Con todos ustedes, italianos alzados en armas, entonces ¡habrá libertad!, ¡habrá vida para Italia! …»
«Debemos considerar ahora que estamos en una época que solo llega a su fin, casi como la última etapa de nuestra resurrección nacional, y prepararnos para terminar con dignidad el maravilloso propósito de los elegidos de veinte generaciones, cuya realización ha reservado la providencia para esta edad afortunada.
¡Sí!, jóvenes. Italia les debe una empresa que ha merecido el aplauso universal. Ustedes han conquistado y todavía vencerán, porque están preparados y tienen el carácter que decide el destino de las batallas. No son menos dignos que los hombres que entraron en las filas de una falange macedonia, y de quien compitió no en vano con los conquistadores orgullosos de Asia. A esta maravillosa página de la historia de nuestro país, todavía le añadiremos otra más gloriosa, y el esclavo mostrará por fin a sus hermanos libres una afilada espada forjada a partir de los eslabones de sus cadenas.
A las armas, pues, todos ustedes!…todos ustedes!, que los opresores y los poderosos se desaparezcan como el polvo. Ustedes, también, mujeres alejen a todos los cobardes de sus abrazos, que les darán sólo niños cobardes, y las que son hijas de este bella tierra deben tener hijos nobles y valientes. Dejemos a los teóricos tímidos marcharse de entre nosotros para que lleven su servilismo y sus miedos miserables a otros lugares. Este pueblo es su propio maestro. Desea ser el hermano de otros pueblos, pero mirar al insolente con una mirada orgullosa, y no arrastrarse ante ellos implorando su propia libertad. No sigan en el camino de los hombres que tienen mal su alma. ¡No! ¡No! ¡No!
El destino nos presenta una Italia con Víctor Manuel. Debemos agruparnos todos los italianos en torno a él, y olvidarnos de toda disputa y rencor. Una vez más reitero mi grito de batalla: ¡A las armas, todos, todos ustedes! «Si en marzo de 1861, tenemos un millón de italianos alzados en armas, entonces ¡habrá libertad!, ¡habrá vida para Italia! Sí, no, alejemos de mí un pensamiento que aborrezco como veneno. En marzo de 1861, o a más tardar febrero, nos encontrará a todos nosotros como ex italianos de Calatafimi, Palermo, Ancona, el Volturno, Castelfidardo e Isernia, y con nosotros a cada hombre de esta tierra que no es de cobardes ni de esclavos. Agrupémonos en torno al héroe glorioso de Palestro y demos el último golpe al edificio que derrumba la tiranía. Reciban, entonces, mis valientes jóvenes voluntarios mi palabra de despedida, como si fuera el final glorioso de diez batallas.
Pronuncio estas palabras con el más profundo afecto y desde lo más íntimo de mi corazón. Hoy me veo obligado a retirarme, pero por unos días solamente. La hora de la batalla me encontrará otra vez con ustedes, junto a los campeones de la libertad italiana. Dejen que la única vuelta a sus hogares sea de aquellos que imperiosamente sean llamados por obligaciones con sus familias, y los que por sus gloriosas heridas merezcan el crédito de su país. Estos, de verdad, servirán a Italia en sus hogares, por su consejo o por el aspecto mismo de las cicatrices que adornen su frente juvenil. Aparte de estos, dejemos a todos los demás permanecer para proteger nuestras gloriosas banderas.
Nos encontraremos de nuevo en poco tiempo, para marchar juntos al rescate de nuestros hermanos que están siendo esclavos del extranjero.
Nos encontraremos de nuevo en poco tiempo, para marchar a nuevos triunfos.»
GARIBALDI, G., 1875.
«¡Qué hermosos eran, oh Italia, tus Mil, vestidos como sencillos civiles, y luchando contra los bravucones emperifollados y dorados del despotismo, empujándoles como a un vil rebaño! ¡Qué hermosos eran vestidos de cualquier manera tal y como salieron de los talleres cuando sonó el clarín del deber que les llamaba! ¡Eran hermosos! ¡Muy. Hermosos!, con el traje y sombrero del estudiante o con la ropa más modesta del albañil, el carpintero, el cerrajero! 1 y frente a esta tropa sin uniforme huían los comerciantes de conciencias, barrigudos, dorados, cubiertos de bordados y de hombreras.
Sí, Italia, tus Mil eran hermosos. Representaban tu ejército del mañana. Pronto -lo repito- no serán miles sino millones. ¿Y entonces? Entonces, hermosa desgraciada, tus arrogantes dominadores desaparecerán de tu suelo, y con ellos desaparecerán los infames traficantes de tu miseria y de tu vergüenza.
Los Mil (no lo olvidéis, jóvenes italianos) se convertirán en el Millón, y diez ejércitos cubiertos de adornos desaparecerán ante vuestros ojos como el humo desaparece con el viento.
Entonces os pertenecerá el fruto de vuestro sudor. Todos los bienes en los que la naturaleza fue pródiga serán para vosotros. Y la virgen a la que habéis jurado un amor de italiano, ardiente como la lava de nuestros volcanes, la virgen a la que habéis consagrado una vida sin tacha, será vuestra, purificada del contacto corrompido del sicario.
Pero no seáis sordos a la llamada y recordad que por falta de soldados han fracasado muchas generosas empresas.
Mientras el suelo sagrado en el que estáis lo pise el soldado extranjero, acudid cualquiera que sea el sonido del clarín que os llame. Tanto si es el ejército regular como el de los voluntarios, acudid, desde el momento en que están luchando contra el opresor. No escuchéis, como en Mentana, la voz de esos traidores que empujaron a la deserción a millares de jóvenes, con el pretexto de que se había de volver a casa para proclamar la república y construir barricadas.
1 Habría querido poder añadir y el campesino. Pero sería alterar la verdad. Esta clase, robusta y laboriosa no nos pertenece. Obedece a la dirección del sacerdote que la mantiene sujeta por la superstición. No se sabe de un solo campesino que se haya unido a los voluntarios. Sirven, pero a la fuerza, y son los eficaces instrumentos del despotismo y el clero».
1. Sintetiza el contexto histórico de tales discursos.
2. ¿Cuál es el mensaje que trata de transmitir en ellos? ¿Cuál la finalidad?
3. ¿Qué estilo utiliza? ¿Qué tipo de lenguaje?Justifica tu respuesta. Elige tres expresiones que te hayan llamado la atención y explícalas con tus palabras.